jueves, 12 de mayo de 2011

T.

Prefiero mil veces estar entre tus brazos que en los de cualquier otro. Prefiero tus besos por encima de todos. Prefiero tus ojos mirándome que unos cualquiera, de esos que no tienen chispa. Prefiero tu cama antes que la mia. Prefiero tus manos recorriendo mi espalda. Prefiero tu sonrisa. Prefiero que seas tú el que me encuentre cada mañana al otro lado de la cama. Prefiero estar contigo que cualquier otra cosa que pudiera hacer.

T.

Que yo no te volveré a besar, pero tú a mi tampoco. Que no volveré a sentir tus manos, pero tú tampoco las mías. Que no volverás a abrazarme, pero yo a ti tampoco. Que no volveré a ver tus ojos azules con ese brillo especial, pero tú tampoco los míos. Y sí, estarás con otras chicas, pero ninguna será como yo. Besarás a otras, pero ninguna lo hará como yo. Irás de la mano con otras chicas, pero no sentirás lo mismo que llendo de la mía. Le harás la cena a alguna que otra, pero ninguna sere yo. Con otras cuantas verás la misma película que conmigo, pero ya no será lo mismo. Y te jodes. Te jodes porque ahora tú te lo pierdes. TE JODES!

miércoles, 11 de mayo de 2011

T.

Tonta, eso es lo que eres. Todo el día con lo mismo. ¿Por qué no consigues pasar página de una puta vez, eh? ¿Qué pasa contigo? ¿Por qué todavía dejas que se pasee a sus anchas por tu cabeza? ¿Por qué dejas que siga ahí? ¡Y deja de llorar ya! Entérate de que no merece la pena y déjalo pasar. Y la próxima vez estate preparada y que no se te olvide que esto le puede pasar a cualquiera en cualquier momento, cuando mejor estes, cuando menos te lo esperes ZAS! Pero eso tú ya lo sabes, y para la próxima vez, porque habrá próxima vez por mucho que intentes que no, lo dicho, estate preparada e intenta superarlo antes y hacer el gilipollas lo menos posible, porque eso es lo que estás haciendo, coño.

T.

He recorrido la calle por la que pasamos mil veces. Me he sentado a esperar en la parada donde nos hemos dado mil besos. He mirado las escaleras donde estuvimos sin parar de besarnos. Me he fijado a ver si estabas en el autobús que lleva a tu casa. ¿Cuánto tiempo más voy a tener que aguantar que se me salten las lágrimas en cuanto me acuerdo de ti? Me canso, mucho. Tengo que conseguir que desaparezcas de mi cabeza y de mi vida. Pero como lo voy a hacer si me pongo unos pantalones y me acuerdo que esos los llevé el día que te conocí, o una camiseta, o lo que sea. Si con ver la cama me acuerdo de ti.
Como echo de menos todo, sobretodo en días como hoy.

martes, 17 de noviembre de 2009

Días.

Hay días en los que no paro de oír tu nombre, que la gente que camina por la calle huele a ti, que voy por un sitio en el que estuve contigo, que encuentro cosas en mi cuarto dedicadas a ti, entonces pienso en ti, en lo feliz que llegue a ser contigo, en lo mucho que me gustaba que mi chaqueta oliese a ti, en los bonitas que me parecían las mañanas cuando por la tarde iba a verte... entonces pienso en lo gilipollas que eres y en el asco que me das.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Tenerife




Echo de menos la playa, el sol, la temperatura perfecta, la tranquilidad, el poder tumbarte sin hacer nada durante todo el tiempo que quieras, el poder comer lo que quieras cuando quieras, el olor del mar, el sentir la arena bajo mis pies...

miércoles, 23 de enero de 2008

Aquel día...

Aquel día había llegado, aquel día en el que se iba y lo dejaba todo atrás, todo, la familia, los amigos, los recuerdos... Había decidido partir aquella misma mañana, vació su armario y se fue a la estación. Allí compró un billete. Empezó el viaje. A través de su ventanilla podía ver como las casas se iban alejando, como empezaban a aparecer prados con sus vacas, como desaparecían y volvían a aparecer. Le aburría demasiado mirar por la ventanilla como para continuar haciéndolo, así que cogió aquel libro que nunca había podido terminar pero que había empezado tantas veces. Comenzó a leer, a pasar página tras página. La lectura le había absorbido, ni siquiera se daba cuenta de las paradas que el tren iba haciendo. Miró el reloj, habían pasado tres horas desde que había empezado el viaje. Levantó la cabeza, quedaban varios viajeros, así que no se preocupó y volvió a enfrascarse en la lectura de aquel libro. Llegó al último punto del libro al mismo tiempo que el tren paraba. El vagón estaba vacío, no se había dado cuenta de que el tren parase ni una sola vez. Fue a buscar su maleta, abrió la puerta y entonces se dio cuenta de que allí no había nada, era una extensión de tierra marrón. Pensó que se había pasado de estación o que estaba un poco más adelante. Decidió caminar con la maleta a cuestas. De pronto vio a un amigo suyo a lo lejos, se preguntó qué hacía allí, pero cuando fue a abrir la boca para preguntárselo ya había desaparecido. Vio también aquel banco en el que solían pasar todos juntos las tardes de verano. Vio a sus padres. Vio a sus primos. Fue viendo muchas cosas, pero como la primera, iban desapareciendo. Entonces fue cuando se dio cuenta. Había cogido un tren que creía que llevaba a la felicidad, pero la felicidad no es un lugar.

La felicidad es un amigo, un banco en el que sentarse todos juntos las tardes de verano, la familia, e incluso, simplemente, tomarte un helado.